He dudado mucho antes de decidirme a escribir estas palabras. Llevamos una temporada muy mala, en la que muchos compañeros y compañeras nos están dejando. En estos momentos tengo que luchar para evitar que me venza una horrorosa sensación mezcla de nostalgia y desánimo.
Solemos decir que es ley de vida, pero entre que nuestra edad nos hace más vulnerables y que la gran familia de CCOO es muy grande, en todos los sentidos, el goteo de amigos y amigas que nos están dejando se hace insoportable. Y ahora, llega tu marcha.
Pero como no podré estar con todas las personas que te quieren en tu despedida física tengo la necesidad de compartir cosas que ya he hablado con algunos de ellos y que a bien seguro hubiéramos comentado entre nosotros en el acto final.
Estos días, cuando tu gran amigo Adolf Cabruja me comentó que ya estabas al final, me han venido a la cabeza algunos de los momentos compartidos. De manera especial tu paso por las responsabilidades en el Secretariado de la Comisión Obrera Nacional de Catalunya como secretario de formación sindical. Si la memoria no me falla, que falla mucho, tomaste el relevo de esa gran persona y sindicalista que fue Ángel Rozas.
La memoria juega tan malas pasadas que, al informar de tu fallecimiento a Javier Pacheco, se me había ido de la cabeza que también fuiste secretario general de la Federación de Enseñanza de la CONC, en tiempos especialmente complicados y convulsos para CCOO.
Suerte que cuando la memoria falla viene para salvarnos nuestro compañero y amigo Luis Filella, verdadera historia viva de CCOO, que le ha puesto datos y recuerdos a tu trayectoria sindical.
Otras personas con más conocimiento que yo, han destacado tu importante papel en la investigación y la docencia. Estos días Albert Recio ha dejado constancia pública de ello. Sé que suena un poco exagerado, pero la sociología del trabajo te debe mucho. El proyecto que tu hiciste nacer QUIT (Centre d’Estudis de la Vida Quotidiana i el Treball) ha sido un referente. Aún hoy, algunas de las miradas más lúcidas de la transformación del trabajo, de los trabajos, llevan tu firma o tu iluminación. Hace escasamente unos meses en la Escuela del Trabajo de CCOO utilizábamos como material un artículo que con el título ¿Gobernar los cambios del empleo en la revolución digital? escribiste junto a Ramón Alós, otro amigo que compartimos, y Oscar Molina.
La última vez que nos vimos fue gracias a tu gran amigo Cabruja que nos convocó a charlar para comentar como le van las cosas a la izquierda política. De aquel encuentro recuerdo tu necesidad de creer en algo que permita hacer políticas útiles para las personas y que avancen en la compleja transformación social. Tus convicciones siempre han sido muy sólidas, pero al mismo tiempo nunca has hecho una defensa sectaria de ellas y eso en el entorno en el que nos hemos movido siempre ha sido un factor tuyo de diferenciación. Quizás por ello en más de una ocasión te ha tocado hacer de persona bisagra o puente. Eso se nota en la pluralidad de amigos y amigas con las que has compartido estos últimos años.
Así que voy escribiendo me asaltan más recuerdos. Me viene a la cabeza toda la gente (Mercé, Bonilla, Olga, Xesús, Clemente y otros) con la que en algún momento compartiste la iniciativa de vivienda cooperativa de Consell de Cent, impulsada por el PSUC. La vida os y nos ha dispersado, en algunos casos de manera irremediable. También tu hermana, la Argentina, a la que conocí a través de mi compañera Tona y de la Cinta Llorens.
Bien, me voy a parar aquí. Justo es esto lo que quería evitar, quedar atrapado en recuerdos preciosos pero que bajo la mirada y la sombra de la muerte se convierten en insoportables. Estas y otras cosas son las que hubiera comentado con tantos amigos y compañeras en tu despedida, a la que no voy a asistir físicamente.
Solo me queda que decirte, gracias, gracias por todo, por tu compromiso social, por tu rigor investigador, por tu sonrisa irónica con la que hacías más soportable las contradicciones de la vida y nuestras impotencias de seniors inadaptados y huérfanos. Mil y una gracias, Fausto.